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Hagamos yoga con y como los bebés

El yoga es una disciplina que puede practicarse a cualquier edad. Hay quienes empiezan a hacerlo de jóvenes, otros lo incorporan en sus vidas en edades más avanzadas o en algún momento específico, por alguna motivación particular.

Por ejemplo, algunas mujeres empiezan a hacer yoga durante el embarazo, por los beneficios que trae en general al cuerpo y a la mente, y deciden continuar practicándolo luego del parto. En ese momento surge la enriquecedora posibilidad de realizar yoga con el bebé, desde muy temprana edad.

Beneficios del yoga con bebés

Se trata de una actividad que pueden realizar de manera conjunta la madre y el padre con el bebé, y que ofrece un sinnúmero de beneficios, tanto para el bebé como para los padres.

El yoga con bebés:

-favorece la conexión emocional entre el bebé y los padres

-hace que el bebé disfrute del contacto con sus padres, encontrándose todos en estado de relajación

-permite al bebé aprender y compartir con sus padres, desde muy temprana edad, las disciplinas que ellos emplean para cuidar su salud física y emocional

-favorece el desarrollo psicomotor del bebé, promoviendo el conocimiento, control y coordinación del cuerpo y la tonicidad muscular

-contribuye a la recuperación física y emocional de la madre después del parto, ya que le permite realizar la práctica de yoga sin separarse de su bebé

-ayuda a los padres a mantenerse relajados en situaciones nuevas que puedan presentarse, tales como excesivo llanto o agitación del bebé, y ese estado de relajación se transmitirá al niño

-promueve el bienestar físico y emocional de toda la familia, y fomenta una crianza equilibrada.

¿Cómo es el yoga para bebés?

Prácticamente desde el momento en que nacen, las madres pueden retomar su práctica de yoga, realizando meditaciones, ejercicios de respiración y movimientos muy suaves con el bebé en brazos. Y ya cuando estos tienen unos dos meses de nacidos, los padres pueden emprender la actividad de hacer yoga con y para sus bebés.

Se recomienda asistir en principio a sesiones dirigidas, en las que un instructor nos guíe en esta nueva modalidad. Ya luego podremos paulatinamente ir abordando la realización de yoga con el bebé en casa.  

En estas sesiones se practican asanas y pranayamas para los adultos, por una parte y para el bebé, por otra. Se abordan también relajaciones y meditaciones que pueden hacer los padres conjuntamente con el bebé.

Si trabajamos con bebés de menos de un año, seremos nosotros quienes le haremos los movimientos al niño. Ya a partir de un año, el bebé participa de manera más activa en las sesiones. Y ya con niños a partir de 3 años se pueden hacer sesiones de yoga dirigidas y centradas en ellos.

Es importante llevar a cabo las sesiones de yoga con tu bebé en un lugar que tenga una temperatura y ventilación adecuadas, y donde predomine un ambiente silencioso y tranquilo. Tanto tú como tu bebé deben estar vestidos cómodamente, y no haber ingerido alimentos recientemente.

¿Cómo empezar?

Veamos un ejemplo de cómo empezar a practicar yoga con nuestros bebés:

-coloquemos al bebé sobre el mat de yoga, acostado sobre su espalda, y ubicándolo entre nuestras piernas. Es importante el contacto que mantengamos con nuestro bebé durante la práctica, tanto con nuestro cuerpo como también con el contacto visual y a través de nuestra voz. Esa posición y ubicación nos permite estar de frente a nuestro bebé y en contacto con él.

-mientras hacemos ejercicios de respiración profunda, acariciaremos a nuestro bebé a todo lo largo de su cuerpo.

-relajémonos y transmitámosle esa sensación de relajación a nuestro hijo.

-luego sentadas con las piernas cruzadas frente a nosotros, realizaremos círculos con nuestro tronco, siempre manteniendo el contacto visual con el bebé, acariciándolo, y moviendo sus piernas suavemente hacia arriba, abajo y hacia los lados.

-con las piernas abiertas, inclinaremos nuestro tronco hacia un lado y hacia otro, con los brazos extendidos hacia los lados y las manos abiertas. Movamos los dedos, llamando la atención del niño. Hagamos esto también mientras hacemos círculos con las manos, que ubicaremos frente al crío, y con los pies.

-juntemos las plantas de los pies frente a nosotros, colocándolas en contacto con las plantas de los pies de nuestro bebé y allí hagamos el ejercicio de bajar las rodillas lo más que podamos hacia el piso. Luego bajemos nuestro torso hacia el frente acercando nuestra cara hacia nuestro bebé.

-es importante finalizar nuestra sesión con unos minutos dedicados a la relajación, para ello tumbadas nosotros sobre nuestra espalda, colocaremos al bebé boca  abajo sobre nuestro pecho y allí acariciaremos su espalda mientras ambos nos relajamos.

¿Cómo se mueven los bebés?

Los bebés se mueven de una manera tan natural y con tanta flexibilidad, que pueden causarnos envidia.

Si nos dedicamos a observar sus movimientos descubriremos que hacen de manera espontánea algunos asanas de yoga. En la medida que van creciendo y son capaces de levantar la cabeza, de sentarse, de gatear, y luego de irse incorporando para caminar, podremos ir viendo en sus movimientos algunos esbozos de la cobra, del perro mirando hacia abajo, de una torsión y de algunas otras posturas. ¡Es fascinante!

Podemos aprovechar esta particularidad para establecer una especie de juego de imitación de nosotros con nuestros bebés, siguiéndolos e imitándolos en sus posturas, lo que puede ser para ellos muy divertido, y nos permitirá establecer comunicación y complicidad con ellos, lo que refuerza nuestra conexión.

Cuando hacemos yoga con bebés menores de un año, somos nosotros quienes hacemos los movimientos a los bebés, y estos deben ser por supuesto acordes a su edad y desarrollo. En esos primeros meses, se tratará de movimientos muy suaves con las extremidades de los niños, quienes estarán la mayor parte del tiempo tumbados sobre su espalda.

Los movimientos nunca deben resultar forzados, hay que cuidar la integridad del bebé. Se trata de transmitirle siempre un sentimiento de relajación. El bebé debe igualmente sentir eso de parte nuestra, que los movimientos que hacemos nos resultan cómodos, agradables, que nuestra respiración es calmada y profunda, y que ambos compartimos un momento de plenitud.

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