En dhyana contemplamos y aceptamos el presente
El séptimo de los ocho pasos de los Yoga Sutras del sabio Patanjali es dhyana. Cuando somos capaces de permanecer suficiente tiempo en dharana, el estado de atención concentrada, con la mente enfocada en un objeto, estamos entrando en dhyana, que es el estado de conciencia en el cual somos capaces de observar nuestra mente, nuestro mundo interior.
Dhyana es contemplación y meditación abstracta y profunda. Es un estado de conciencia elevado, contemplativo del presente. Es un estado de aceptación del presente, de lo que somos, de lo que es el momento presente y de lo que ocurre en nuestro mundo interior. En este estado podemos tomar distancia de nuestra mente, de nuestro cuerpo, entendemos que no somos nuestro pensamiento, y que los pensamientos pueden venir y eso no afectará nuestro estado de contemplación.
Dharana y dhyana, sexto y séptimo pasos de los Yogas Sutras, atención concentrada en un foco, el primero y estado de conciencia elevado, el segundo, están estrechamente ligados. Uno conduce al otro. Dharana es un estado de la mente y dhyana es el proceso de la mente. Cuando lo practicamos nos involucramos activamente con el objeto observado.
En dharana nos entregamos a un estado de atención concentrada en un objeto u elemento, y estamos conscientes de varios aspectos o ideas sobre ese mismo objeto. En dhyana, solo existe un hilo de pensamiento continuo sobre el objeto en el cual estamos haciendo foco. Ese flujo de pensamiento no es interrumpido por ningún otro pensamiento de diferente tipo sobre ese objeto.
Contemplemos nuestro mundo interior
Esa contemplación de nuestro mundo interior en el presente es dhyana. Al lograr estar suficiente tiempo en ese estado de contemplación, algunos de nosotros seremos capaces de llegar al siguiente paso que se llama samadhi. Lo decimos así, porque no es fácil, y no todos seremos capaces de llegar a ese estadio.
Samadhi, el último paso del yogui según Patanjali, es un estado de unión con el universo, un estado en el cual se pierde totalmente la identidad individual y pasemos, ya no a ser parte del universo, sino a estar completamente integrados en el universo. Los yoguis devotos aspiran llegar a ese estado.
Pero recordemos que el yoga es un camino, no una meta. El yoga lo vamos transitando de a poco, cada quien a su ritmo. El aprendizaje y auto-conocimiento que vamos logrando es lo relevante. Avanzamos confiando en el universo.
En nuestra educación nos enseñan a observar el mundo exterior a través de los sentidos, pero no se presta mucha atención a guiarnos hacia la observación de nuestro mundo interior. En el yoga nos ocupamos de eso, de percatarnos de qué pasa en nuestra mente, y en nuestro cuerpo aquí y ahora, y a hacerlo desde la aceptación, desde el amor, haciéndonos conscientes de que no somos nuestro cuerpo ni nuestra mente.
Se considera que dhyana es la puerta al estado meditativo propiamente dicho. Permite una concentración más profunda de nuestra mente. Dhyana es un concepto clave tanto en el budismo como en el hinduismo. En este último se considera que dhyana es un instrumento para llegar al auto-conocimiento. En el budismo se dio inicio a la “escuela de dhyana”, que proponía la meditación como único medio para llegar a la iluminación.
Practiquemos dhyana recorriendo nuestros chakras
Como siempre, la recomendación para la práctica de estas rutinas es que busquemos un lugar tranquilo donde no estemos expuestos a distracciones ni interrupciones, vistamos cómodamente y nos sentemos en una posición que nos resulte cómoda, con la espalda recta y manteniendo todo el cuerpo relajado.
Con los ojos cerrados, iniciemos respiraciones profundas hasta que nos sintamos calmados y concentrados en nosotros mismos y en nuestra respiración. Una secuencia muy recomendada para la práctica de dhyana, es hacer un recorrido interno, centrando nuestra atención, uno a uno, en cada uno de los siete chakras principales, armonizándolos y equilibrándolos. En este proceso también estamos activando nuestra energía kundalini, que es la energía que está dentro de nosotros y reposa en la base de nuestra columna vertebral.
Iniciemos el recorrido en el chakra raíz (Muladhara), localizado a la altura de la pelvis, concentrémonos en él, visualicémoslo en color rojo y repitamos tres veces el mantra LAM. Luego visualicemos ese primer chakra llenándose plenamente de una luz dorada, que es la energía kundalini.
Hagamos lo mismo luego en el chakra sacro (Swadhisthana), que visualizaremos en color naranja y asociaremos al mantra VAM. Luego con el chakra del plexo solar (Manipura), que rodearemos de color amarillo y acompañaremos del mantra RAM.
En este recorrido, en cada uno de los chakras, visualicemos que estos se llenan al final de esa luz dorada que es la energía kundalini, antes de pasar al siguiente chakra.
Continuemos con nuestro recorrido, de manera calmada. Visitemos el cuarto chakra (corazón-Anahata) y allí concentrémonos en él, rodeado de color verde y trabajemos con el mantra YAM. Luego iremos al chakra garganta (Vishuddha), que será visualizado en color azul y repitamos al menos tres veces el mantra HAM.
Pasemos luego por el sexto chakra (tercer ojo-Anja), y trabajando siempre con respiraciones profundas, concentrémonos en el color azul índigo y repitamos el mantra KSHAM. En el séptimo chakra (coronilla-Sahasrara) trabajemos con el color violeta y el mantra OM.
Cuando lleguemos al chakra coronilla, visualicemos que esa luz dorada que lo ha inundado se eleva luego y se dirige hacia el exterior saliendo de todos los chakras. Mantengámonos respirando de manera pausada y profunda, hasta que la imagen mental de todo este proceso se desvanezca.
Con la práctica de dhyana afinaremos nuestra capacidad de observación, reflexión y visualización de lo oculto en nuestro interior, en la profundidad de nuestro ser. Continuaremos así transitando el camino del auto-conocimiento y la auto-realización a los que nos conduce el yoga.